miércoles, 26 de octubre de 2011

La Hechicera con Alas de Mariposa - Cap. I: La Leyenda


<<Ha llegado la noche y las estrellas cubren el cielo. La hermana Luna aún no ha aparecido tras la montaña. Una suave brisa se percibe… estamos a fines de Octubre. >>

Quizás nadie me conozca, a pesar de estar veinticuatro horas en mi compañía. Tal vez algunos dicen entenderme, pero en verdad, son palabras que el viento y el tiempo han dejado atrás. Lo único que es cierto, es que ni yo misma me comprendo a tal punto de afirmar quién realmente soy o lo que podría llegar a ser.

Cuenta la leyenda que nací de la unión de un hechicero y un hada de los bosques. Mi padre, famoso por las investigaciones realizadas sobre la “Piedra Filosofal”, de quien se dice además que la llegó a crear, pero solo son rumores que en el pueblo se han propagado. Mi madre, una hermosa ninfa de brillantes cabellos verdes y unas alas azules, similares a las de una mariposa. Su historia de amor es un secreto, así que no hablaré sobre ello, solo puedo decir que mientras estuvieron vivos, me enseñaron y guiaron como nadie nunca lo pudo hacer.

<<Otra estrella está iluminando mi ventana, se ha unido a la que siempre me cuida en mis horas de descanso… de la Luna ni rastros, la esperaré hasta que la pueda ver… >>

Pues bien, mi infancia fue diferente a las demás, por ser hija de “seres místicos”, siempre me mantuvieron al margen, no me dejaban compartir con los chicos de mi edad, no podía jugar con ellos, pues sus padres apenas me veían correr cerca de sus hogares, llamaban a sus retoños y los encerraban en casa. Como se imaginarán, tuve que buscar otros medios para saciar mis energías, por lo que le pedí ayuda a mis padres y ellos me enseñaron lo que para muchos estaba prohibido… LA MAGIA.

Cuando cumplí la mayoría de edad, ya era una hechicera experta y fácilmente podía vengarme del pueblo que por años me discriminó y ofendió; sin embargo, durante todo el tiempo que estuve aislada, nació en mí cierta compasión y en vez de causarles mal, les propuse mi ayuda en lo que me pidieran, pero las cosas fueron distintas: la gente se rehusó a ello y me exilió por tratar de atentar en contra de sus creencias religiosas, y junto con ello, a la guardia del rey, se le ordenó asesinar a mis padres…  Yo lo presencié todo…

“Una noche abrumadora: llegaron a caballo un grupo de veinte soldados que derribaron la puerta y se aproximaron al cuarto de mis padres. Los llevaron al patio trasero donde los desnudaron y le rociaron unas pociones inflamables que saquearon del laboratorio; ambos estaban empapados e imploraron piedad. Acto seguido, les prendieron fuego; mi madre intentó socorrer a mi padre, pero fue en vano, pues las llamas ya consumían sus cuerpos, lentamente…”

<<Continúo observando el cielo, pero todavía mi querida hermana no se aparece… ¿por qué demoras tanto?, te extraño… >>

Por favor, no sientan lástima por lo que ocurrió, fue doloroso, sí… pero ya pasó. Desde ese día, me prometí a mi misma que todo lo que hiciera sería en honor a ellos, por todo lo que me dieron. Créanme, es una deuda que ni en esta vida podré saldar…

Al abandonar el pueblo, me di cuenta que los habitantes de ahí eran ciegos, ya que juzgaban sin conocer realmente a las personas y les inventaban historias alejadas de la realidad (si escribieran, serían fabulosos novelistas, debido a su alto grado de imaginación). Pero bueno, como ya no tenía hogar, decidí “ir en busca de aventuras”… NO, mentira. Me fui a lo profundo del bosque donde mis padres se conocieron, pues una vez me dijeron que allí se hallaba el tesoro más preciado para ellos y que solo lo conocería cuando llegara el momento.

Días y días caminando por aquel paisaje verde y lleno de árboles, llegué a un lago donde percibí una fuerte energía que variaba entre “el bien y el mal”. Oí una voz que me llamaba e invitaba a sumergirme en esas aguas cristalinas. Al parecer tenía un efecto hipnótico, porque lo último que recuerdo es “Bienvenida al ‘Mundo Real’”. Cuando desperté estaba en otra época, vestida con una capa color carmesí, portaba una lanza rojiza con la que podía atacar a distancia y hacer conjuros; además de tener unas bellas alas, las mismas que poseía mi madre, azules como el mar infinito. Intenté mirar a mí alrededor, pero fui cegada por un brillo dorado que me quitó las fuerzas y me desmayé.

Al abrir los ojos, me hallé sentada frente a una gran mesa; junto a mí habían caballeros armados, quienes discutían sobre la guerra que se avecinaba, que no había tiempo y que ahora mismo saldrían a batallar. El rey les dio una “buena-nueva”: me uniría a ellos, pues sería su “salvación” (cosa extraña, pues apenas había comprendido qué demonios hacía ahí…). No se me permitió decir palabra, y partimos rumbo al combate.

Increíblemente, ganamos. No me pregunten: ¿cómo? ni ¿por qué?, solo sé que mis hechizos hicieron algo nunca antes visto: “provocaron lazos entre los enemigos y hubo paz”… NO, miento. Fue todo lo contrario: ambos ejércitos lucharon hasta más no poder y mis ataques aniquilaron a centenares de soldados (enemigos y amigos). Cuando regresamos “a casa”, nos recibieron con bombos y platillos, hubo fiesta, mas yo me refugié en lo alto del castillo mirando cómo el Sol se ocultaba en el horizonte y cómo después, la luna llegaba a su reemplazo…

Curiosamente, ese día la Luna no apareció en el momento que esperaba y decidí quedarme ahí hasta poderla observar… Pasaron los días, se libraron muchas batallas en las que mi aporte resultaba un desastre, provocaba más daño del que imaginaba, por lo que tomé la decisión de abandonar la lucha y dedicarme a sanar, a curar a los caídos y revivir a los muertos (lo último estaba prohibido, pero de todos modos lo hacía).

El rey de ese lugar me agradeció profundamente lo que había hecho por el pueblo y me nombró “Guardiana”, la que velaría por la seguridad, integridad y salud de su reino; además de ser la guía en materias de Magia y la encargada de vaticinar el futuro. Sinceramente, hubiese querido huir de aquel sitio, pero sentí que esa había sido mi recompensa: “Ayudar al pueblo, a las personas que sin juzgarme permitieron mi estadía y que por mis actos y buena voluntad; además de demostrarles quién realmente soy, me aceptaron y valoraron”. Estoy segura que este es el tesoro que me dieron mis padres: mi destino.

Desde ese entonces, la hermana Luna, vela mi soñar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario