Una Danza Etérea
Cada vez se sentían más livianos y los movimientos eran más sutiles; ya no había ropa que los cubriera, sino un tenue manto cálido que les impedía sentir frío o calor, ya que su sensibilidad se había apagado. Piel contra piel, solamente vibraban en una energía que los estremecía, no de modo superficial, sino que internamente; sí, ellos habían formado un solo ser, pues sus cuerpos se fusionaron de tal manera que ya no eran seres independientes, eran UNO.
Siguieron danzando bajo el brillo solar, dejaron de ser cuerpos que bailaban, ahora era un alma copulada que giraba en torno a los vestigios de materia que quedaban en el suelo. Se elevó hacia el infinito y buscó aquella luz que la llamaba, sí... había llegado al Maná. En ese lugar se encontró con otros seres que le felicitaron y le aconsejaron volver, pues en ese estado si no lograba estabilidad, se desvanecería. Entonces, descendió y retornó al mundo, en forma de gotas de lluvia.
Abrió sus ojos y miró a su amado, quien yacía junto a ella en su cama; él dormía con una sonrisa mientras la abrazaba. Una lágrima recorrió su mejilla y murmuró... "gracias por existir". Afuera llovía.